jueves, 11 de septiembre de 2014

Coaching y filosofía










O mejor filosofía y coaching, ya que el concepto de filosofía es anterior e incluso en algún sentido diría que primigenio.

Estrechamente relacionadas, unidas y engarzadas. Para mí, en el momento en que un  coaching verdadero se pone en marcha aparece la filosofía.

Son dos palabras de muy amplio uso. Y es que, cuando decimos filosofía ¿qué estamos nombrando? Esta ya es una cuestión compleja, incluso “filosófica”, habría que preguntar a cada persona que significa para ella filosofía.

Para muchos será eso que algún momento tuvo que estudiar y se acordarán vagamente de Platón y su mundo de las ideas,  de Aristóteles, de Kant, de Nietzsche… ; otros es posible que nos digan que es darle vueltas a grandes preguntas que nos hacemos en tanto que humanos ¿quiénes somos, a dónde vamos y de dónde venimos? ¿tiene algún sentido la vida? … y que cada uno nos vamos  respondiendo de la mejor manera que podemos; en un sentido más erudito, quizás diríamos que la filosofía es la colección histórica  de pensamientos de algunos hombres y mujeres –a los que llamamos filósofos,  que con sus reflexiones y especulaciones han tratado de dar respuesta de una forma más o menos sistemática a esas grandes preguntas; según la primera acepción del diccionario de la RAE es el “conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”; y si nos vamos a la etimología, originariamente el término filosofía está formado por “filo” (amigo o amante de) y “ sofía” (sabiduría), aquí resaltaría el concepto de sabiduría más como una disposición,  una actitud, un “hacer” que tiene que ver con algo consustancial al ser humano, con la curiosidad con el deseo de “saber”, de “comprender”, personalmente me gusta hablar del filósofo/a como “amante de la sabiduría” y cuando digo filosofía me estoy refiriendo a acciones, tareas tales como analizar, comparar,  contrastar, llegar a conclusiones, exponer, debatir, compartir reflexiones sobre cuestiones esencialmente humanas,  que nos ayudan a elegir de  forma consciente un determinado modo de vida, coherente con nuestros principios más profundos. Entiendo y propongo que la teoría y la práctica de la filosofía no están separadas. La propia reflexión filosófica, la toma de conciencia ya es transformadora y liberadora.  

Al menos así se entendía en la Antigüedad, como una actitud básica que tenemos en la vida. Vida y filosofía es lo mismo, es un arte para la vida. Es impensable sujetos que puedan construirse sin filosofía. Lo que ocurre desde la Ilustración es que se produce una distinción entre teoría y práctica y eso ha llevado a que se haya visto lo "filosófico" como algo muy especulativo, complejo, inútil para la vida cotidiana, reservado a filósofos profesionales. 

Sin embargo, mi convicción es que, de un modo u otro, todos filosofamos, ya que las personas tenemos una actitud básica hacia la realidad, tenemos una serie de supuestos, de ideas, de creencias que determinan esa actitud, que a su vez determinan nuestra realidad y cómo respondemos ante ella. La diferencia es si lo hacemos de una manera adecuada y responsable o no. Ya que si esas actitudes son supuestos a los que no hemos llegado por nosotros mismos, de forma autónoma, crítica, reflexiva y serena es bastante probable que se trate de una filosofía, podríamos decir deficiente, y que eso tenga consecuencias nefastas en la vida porque esos supuestos están configurando nuestra experiencia cotidiana. 

Examinar filosóficamente nuestra vida,  en línea con la afirmación de Sócrates de que  “una vida sin reflexión no merece ser vivida” no solo es posible, sino que es muy aconsejable.  Cuando explicitamos nuestras ideas implícitas, es mucho más fácil dirigir la “vida examinada”, podemos comparar nuestro enfoque con otros, y tal vez modificarlo o mejorarlo de algún modo. Podremos en definitiva asegurarnos de que nuestra filosofía actúe a nuestro favor  y no contra nosotros. 

Y ¿qué entendemos por coaching?, ya hace cinco años que escribí una entrada sobre ello. En estos momentos veo mi concepción del coaching como algo más global, como una muy efectiva forma de favorecer que las personas se relacionen mejor tanto consigo mismas  como con el mundo (cuando digo mundo me refiero tanto al entorno físico, como a relaciones con otras personas, profesión, ...). Un proceso de coaching ayuda a mantener una actitud de interrogación constante sobre uno mismo, sobre cómo soy y estoy en el mundo y a provocar una reflexión sobre cómo se quiere estar  y cómo nos queremos relacionar con el mundo.

Cuando más arriba hablaba sobre un "coaching verdadero" me refería a un coaching en el que se provoca un trabajo de fondo de autoconocimiento, en el que la persona -el cliente, con la colaboración  profesional del coach- a través de la conversación, las preguntas, el feedback continuo sobre las acciones,   profundiza sobre quien es realmente y desde ahí se va planteando objetivos y acciones que tienen que ver con él, con su esencia más profunda. Para mí es fundamental que en el proceso de coaching, el cliente vaya explicitando su actitud básica ante la realidad, sus supuestos, sus creencias... su "filosofía" al fin y al cabo. Que en las sesiones se traten sus ideas y creencias, que las revise, las mire,  y cuestione si procede, que las asuma y reivindique si es lo que le sale en esos momentos, que vaya encontrando el punto de coherencia, de consistencia, entre lo que siente, piensa y hace.

Este  tipo de coaching está especialmente dirigido a  personas que quieran clarificar y pensar mejor acerca de ciertos aspectos de sus vidas y es el tipo de coaching que estoy poniendo en práctica con mis clientes.




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